Desde tiempos inmemoriales, los habitantes del archipiélago de Chiloé han utilizado diversas fibras vegetales para confeccionar objetos utilitarios para las labores del mar, del campo y de la vida cotidiana, principalmente diferentes tipos de canastos para recolectar mariscos, papas, aventar trigo, guardar la ropa, conservar y preparar alimentos.
Dependiendo de la funcionalidad del objeto y de la accesibilidad a la materia prima, las diferentes fibras que se han tejido en Chiloé han sido los juncos, los voquis, la quilineja, la quila y el quiscal.
No sabemos cuándo se introduce desde Oceanía, la manila (también denominada ñocha o pita en Chiloé), pero sus características hicieron que las comunidades la utilizaran de acuerdo a sus necesidades.
Con la construcción de la carretera panamericana -década de 1960- las comunicaciones dentro de la isla grande de Chiloé dejan de ser exclusivamente por mar (o tren en el período 1912-1960), y con ello, comienzan a llegar turistas, abriéndose una nueva posibilidad de desarrollo económico para las familias del archipiélago, incorporándose el concepto de artesanía. A partir de los años '60, entonces, comienzan a tejerse piezas utilitarias ornamentales como paneras, individuales y carteras; y objetos ornamentales como cuelgas de pájaros y peces, y figuras decorativas como los seres mitológicos.
Desde los años '80 la industria salmonera se instala en la provincia, y con ello sus desechos varan en las costas del mar interior, situación que es aprovechada por las comunidades al utilizar este recurso en la fabricación de piezas utilitarias de forma y uso tradicional, y ornamentales.