En el marco del proyecto «Colección de textiles etnográficos de Chiloé» (1995), se compraron ochentaiocho prendas a diecinueve tejenderas de doce localidades del archipiélago. Los chales, pisos, frazadas, sabanillas, bufandas, fajas, ponchos, chalecos, refajos y pantalones fueron donados a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, y conservados en el Museo Regional de Ancud.
Según el investigador Alfredo Gahona, el trabajo registró todo el proceso de fabricación, desde la esquila de las ovejas hasta la transformación del textil en una «pieza museable». Las prendas, que fueron requeridas por él, «representan la interpretación personal que las tejenderas hicieran de la solicitud […] a partir de la memoria o recuerdos» (2014).
En cuanto a los pedidos que presentaron dificultades, Gahona destaca la ropa que ha dejado de fabricarse: «El ejercicio más complejo era que solicitábamos la confección de una prenda que ya no se hiciera en el color tradicional según edad o sexo del futuro usuario, prendas que ellas recordaban de su niñez, su madre, su abuela» (2014).
Los textiles de la colección fueron confeccionados con tejido equilibrado o balanceado, que a nivel local se conoce como tejido de sabanilla, punto liso o punto simple. Dentro de esta técnica, destacan el tejido de tres cañas, el tejido de tres tramas, el punto dado, el punto ojo y otros tipos de ligamentos que permiten que tanto la urdimbre (hilos verticales) como la trama (hilos horizontales) se vean en las prendas terminadas.
La colección también contiene piezas embellecidas con brocato, bordado o floreado y tejido de matra o peinecillo con labor.